Juanjo Conti
2 min readMay 27, 2020

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¡Tengo una anécdota de videoclub!

El de mi pueblo consistía en un solo ambiente de tres por tres metros. Ese espacio, sin rincones ocultos ni secciones separadas por una cortina, hacían que la dueña del lugar tuviera que disponer las películas pornográficas a la vista de todo el público.

Uno, púber y lampiño, daba un paso dentro de ese infierno y si era lo suficientemente pecador como para querer mirar pero también lo suficientemente temeroso de Dios como para querer evitar el castigo, entraba con la vista apuntando hacia la derecha, sector donde se exponían las tapas de estas películas, para luego dirigir de forma casual la mirada a la pared de las películas familiares y así haber obtenido hasta dos segundos de contenido para adultos.

Cierto día, revisando las tapas de las películas permitidas, encontramos una que llamó nuestra atención. Sobre un fondo negro, había un chico y dos chicas en poses sugerentes y en letras rojas se leía “Juegos sexuales”. Mi amigo y yo abrimos los ojos. ¿Llevamos esta? No sé, me dijo. Enfoqué el subtítulo en inglés y le leí: Cruel intentions. Es solo la traducción del título.

La sacamos sin pagar y la dueña del videoclub la anotó en la cuenta de la familia de mi amigo.

Esa noche sus padres estaban de viaje. Así que nos instalamos en la cocina, apagamos las luces y la miramos.

La verdad es que el resultado fue bastante decepcionante. Más allá de un beso lésbico con mucha saliva entre Sarah Michelle Gellar (la de Buffy, la cazavampiros) y Selma Blair, no vimos nada nuevo. Antes de dormirnos, vimos Men in black en un canal de cable.

Al otro día me desperté tarde y me fui apurado. Mi amigo me puso el video cassette de Juegos sexuales en la mochila y me hizo prometerle que ese día la devolvería sin falta.

Lo hice. Pero no la pagué.

Por eso, cuando a fin de mes la madre de mi amigo pasó por el videoclub como todos los meses a saldar su cuenta, se anotició de lo que habíamos alquilado.

Entró a su casa escandalizada, gritando el nombre bíblico de su único hijo. ¡Josué! ¡Josué! ¡¿Qué es esto?!

Y mi teoría, la de que el llamativo título no era más que una mala traducción, no fue tan convincente para la madre como lo había sido para el hijo.

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Juanjo Conti
Juanjo Conti

Written by Juanjo Conti

Information Systems Engineer from Santa Fe, Argentina. Amateur writer.

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